Columnista invitado
Juan Oviedo

Escritor de Villa Gesell.
Dicotomías

¡Siempre se trato de esto!, "del amor para sí" o "del trascender del amor", la experiencia acerca de este bello enigma quede inscripto -en la característica de la especie homo- e ignorante acerca de tal transformar "en uno o en otro caso". 
Del amor -para sí- como expresión antropocéntrica, es ejercer la experiencia amatoria sujeta a los afectos, emociones, sentimientos, deseos y pasiones de cada individuo, por supuesto, "se trata de las mieles del amor" y lejos de su contraparte sinuosa cuando acontece -el final del amor- y labra huellas en la memoria de los amantes, huella que no les dejará ser "como eran o fueron antes del amor".
"El trascender del amor" -es igual- a la acción del artista "con su creación", lo que hace, no lo hace para quedarse -en el hecho-, sino que es un medio, una apertura para otro fin, más allá de tal construir, hacer o inventar, ¡lo trasciende!. Ahora, ¿cómo es eso y cómo sucede?, porque el artista tiene algo en mente pero ¿qué tienen en mente tales amantes?, pues ¿no viven el sensualismo pleno que significa el amor para sí?, acaso, ¿es un amor platónico, asceta, virtual, romántico, distante? 
Dispuesto para uno, sin embargo, el acecho "del amor para sí", posiciona la calamidad del amor terminado, y quedar preso de las gratificaciones sensuales vividas con el otro, por el contrario, si no queda en lo placentero de las sensaciones amorosas y se ¡construye un puente! hacia la otra orilla hacia el otro, el ejercicio del ensimismar quede abolido. 
Entonces -el amor-, adquiere características universales porque ha trascendido a los individuos y poder acuñar... "amar es al otro". ¿Lindo no?, pero esto ¡es una ilusión, un engaño, no exista tal cosa! -ante el acecho paradojal y su magnificencia-, porque "el otro", solo es inscripto "en mi radio de atención" cuando -me provoca algo-. Ese simple hecho "hace que el otro", se halle a mi servicio o sea, no es él sino "yo" -quien le otorga notas subjetivas- por lo que él provoca, con el siguiente gravamen, que al relacionarse conmigo él pivote "bajo mis propias notas" y eso, "lo aliene", entonces, el otro con quien me vinculo -en el fondo- ¡es un ser un alienado como tal! 
¿Conclusión? -un otro- jamás será un otro desde una "legítima alteridad" por no ser independiente de la mirada ajena que lo construye. Con esto se patentiza el simulacro consistente entre "lo propio y lo ajeno", donde lo ajeno "implica una especulación" que hipotetiza desde la base ¡de lo que a mí me provoca!. Con esto decimos que "ni siquiera podemos apreciar la punta del iceberg", porque el otro -es denotado- previa connotación. He aquí, entonces, las bases ontológicas -del amor para sí- por el cual la condición "del amor trascendido", y su postular del otro "como tal", implica un total sin sentido porque ese otro ¡no existe!. La experiencia del ejercer sensual centrado en cada sí mismo -a lo sumo- "se corresponda desde la otra centración", entonces... ¿que se ama?
Esta laguna del ignorar, "no mitigue el encuentro entre distancias cuan luces incandescentes", junto a esa apertura incondicional del mudar ontológico - "ser uno" pero distinto a la vez-, condiciones presentes "del amor trascendido". Pero ¿y cómo llego a ser eso?, no lo sabemos. La obra del artista -no está en lo que hace- sino en su posterior significado, y en tal analogía "señalar dos cosas"¡un preceder que se instala o un llegar que nos precede!.
Y mientras tanto ¿qué sucede con el otro?, ese otro determinante -ya sea como centración en uno mismo- o por el contrario, como legítima alteridad, ¿qué suceda con ellos?, solo podemos mostrarlos según las presentes dicotomías: recuerdos o reflexión, buscar "un nuevo amor" o saber que eso -no se repite-, la culpa hacia el otro o la festividad compartida, quedar desecho psiquiatrizable o sujeto poeta, ser dueño del otro o el otro -ser un Dios-, la experiencia del amor "como merecimiento" o como gratuidad y para finalizar, matrimonios e hijos por instrumentalizar al amor o lo azaroso, efímero y cambiante -que él significa-. Entonces, ese otro legitimo "para el trascender amoroso", ¿de dónde sale?, tampoco lo sabemos porque -no existe la ciencia para el amor-, solo poesía y reflexión -bases de un fermento cultural- continuado así:

Hoy te hago una pregunta 
Y delimites -el sentido de tu vida-
Es acerca de tu hacer y de lo que vives
En "tu estar mundano" 
¿Te trasciende o solo queda en ti? 

"La hormiga" día a día 
Trabaja rauda 
En su sobrevivir 
No lo trascienda 
En cooperación y solidaridad 
Dirás, "es una hormiga 
Y ya está determinada". 

Entonces, responderte será vital 
"Si no estás determinado" 
Tu existir, ¿te trascienda? 
¡y cuan semilla! 
¿Lo esparces por la tierra? 
¡O solo vives 
Ajustado a lo que te dicen! 
Pero ¿sin decírtelo? 

"Amar pensando en uno" 
O trascenderte 
...como amor 
En el primero, muchos 
Y en el segundo, elegidos 
¿Por quién? 
-Por ellos mismos-.

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